Charles Darwin (1809 - 1882) nos explicó que la evolución de las especies se daría a consecuencia de una serie de lentos cambios graduales ayudados por la selección natural sobre los individuos.
Darwin se basaba en la variabilidad en la descendencia, es decir, no todos los descendientes de una pareja son exactamente iguales, unos son más altos, otros más bajos, de diferente color, etc. Diferentes cambios ambientales provocarían la supervivencia de los más aptos, debido a una selección natural que, mediante diversos mecanismos, dejaría fuera a los menos adaptados.
Sus ideas se forjaron durante su viaje de cinco años alrededor del mundo como naturalista, en el barco científico Beagle, donde se enroló como naturalista “sin sueldo”.
Mientras la tripulación trazaba nuevos mapas, él recogía muestras y hacía observaciones en los distintos lugares que visitaban.
Viaje de Darwin
En algunas zonas, como en las islas Galápagos, observo las sutiles diferencias que había entre diferentes especies de las distintas islas, como los famosos “pinzones de Darwin”.
Así llegó a la conclusión de que derivaban de una misma forma común que seguramente llegó desde el continente. A partir de ella se producirían leves variaciones y en cada isla la selección natural haría que solo sobreviviera una de las variantes, creándose así nuevas especies a lo largo de miles de años.
Lo mismo observó en las tortugas. Le ayudó la observación de la gran variabilidad a la que llegan las especies domésticas, como las aves de corral o los perros que, perteneciendo a la misma especie (pueden criar entre ellos), muestran formas y tamaños muy distintos.
A la vuelta del viaje, Darwin empezó a redactar sus conclusiones. Pero tardó mucho tiempo en publicar su libro El origen de las especies, debido a la mala salud y al rechazo social y religioso a sus ideas.
La polémica aumentó en 1871 con la publicación de El origen del hombre, donde Darwin hablaba de un ancestro común para los hombres y los monos, idea inaceptable para la sociedad de la época (y para algunos de la actual).
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Darwin se basaba en la variabilidad en la descendencia, es decir, no todos los descendientes de una pareja son exactamente iguales, unos son más altos, otros más bajos, de diferente color, etc. Diferentes cambios ambientales provocarían la supervivencia de los más aptos, debido a una selección natural que, mediante diversos mecanismos, dejaría fuera a los menos adaptados.
Sus ideas se forjaron durante su viaje de cinco años alrededor del mundo como naturalista, en el barco científico Beagle, donde se enroló como naturalista “sin sueldo”.
Mientras la tripulación trazaba nuevos mapas, él recogía muestras y hacía observaciones en los distintos lugares que visitaban.
Viaje de Darwin
En algunas zonas, como en las islas Galápagos, observo las sutiles diferencias que había entre diferentes especies de las distintas islas, como los famosos “pinzones de Darwin”.
Así llegó a la conclusión de que derivaban de una misma forma común que seguramente llegó desde el continente. A partir de ella se producirían leves variaciones y en cada isla la selección natural haría que solo sobreviviera una de las variantes, creándose así nuevas especies a lo largo de miles de años.
Lo mismo observó en las tortugas. Le ayudó la observación de la gran variabilidad a la que llegan las especies domésticas, como las aves de corral o los perros que, perteneciendo a la misma especie (pueden criar entre ellos), muestran formas y tamaños muy distintos.
A la vuelta del viaje, Darwin empezó a redactar sus conclusiones. Pero tardó mucho tiempo en publicar su libro El origen de las especies, debido a la mala salud y al rechazo social y religioso a sus ideas.
La polémica aumentó en 1871 con la publicación de El origen del hombre, donde Darwin hablaba de un ancestro común para los hombres y los monos, idea inaceptable para la sociedad de la época (y para algunos de la actual).